
TERRITORIO
MESSENGER, ¿SITIO PARA DIOS?

INTRODUCCIÓN
Los primeros cristianos
tuvieron que confrontar sus creencias y cosmovisión con las que
presentaba el mundo griego. En diálogo con la cultura pagana tomaron
y utilizaron cuanto fuera congruente con el Evangelio y denunciaron y
rechazaron lo que fuere contrario. Del mismo modo, también hoy
tenemos que mirar a las coordenadas de nuestra cultura para ver con qué
panorama se encuentra hoy la religión cristiana, con quién
tiene que dialogar y a partir de ahí, qué clase de propuesta
presenta a esta sociedad el creyente.
Nuestro propósito es hablar de Dios con modestia. No querríamos
hacernos merecedores de la crítica mordaz de José María
Cabodevilla: “¿Quiénes son estos teólogos infatuados,
estos meticulosos mensajeros del Verbo? Pretenden saberlo todo. Una vez
por semana se sientan a la mesa de Dios; son sus asesores…y demasiado
ignorantes para conocer hasta dónde llega su ignorancia”.
Existe además un segundo motivo que aumenta la inseguridad con
que hablaremos un poco de Dios. Imaginemos cómo nos sentiríamos
si estuviésemos hablando de alguien a quien creemos ausente y de
pronto descubriéramos que nos está escuchando sentado en
el público. Pues bien, esto es precisamente lo que en parte va
a ocurrir en esta reflexión en voz alta. Sólo en presencia
de Dios podemos hablar de Dios.
Y en una situación de profundas transformaciones sociales, de cambio
de época, de no-cristiandad, queremos descubrir a Dios, aunque
parafraseando a Martin Buber sabiendo que “Dios es la más
abrumada carga de todas las palabras humanas. Ninguna ha sido tan envilecida,
tan mutilada… Las generaciones de los hombres han desgarrado la
palabra con sus partidismos religiosos; por ella han matado y por ella
han muerto; ella lleva las huellas de los dedos y la sangre de todos.
Es cierto, los hombres dibujan caricaturas y escriben debajo: “Dios”
.
Estamos cambiando de mundo y de sociedad. Un mundo desaparece y otro está
emergiendo, sin que exista ningún modelo preestablecido para su
construcción. Y en esta vorágine de cambio vislumbramos
algunas coordenadas que van delimitando y definiendo este nuevo orden
social; entre ellos, está lo que denominamos “territorio
Messenger”, que va caracterizando un nuevo modo de establecerse
en la sociedad y en el mundo; que va configurando la realidad humana y
social de nuestro entorno y, aunque en estos momentos podemos pensar que
sólo se circunscribe al universo de los jóvenes, creemos
que va configurando toda la realidad del mundo occidental. Y es en este
“carrusel de eclipses, oportunidades y conexiones” donde queremos
descubrir a Dios. En el “panteón postmoderno”…
¿hay sitio para Dios?. He ahí el reto y el desafío
que tenemos delante.
1.- TERRITORIO
MESSENGER…… ESPACIO, CULTURA, RETO
a.- “Yo
te busco” en Internet:
Las letras ICQ tienen mucho que ver con el nacimiento de la mensajería
instantánea. Este nombre, que pronunciado en inglés suena
como I seek you – yo te busco – fue con el que cuatro jóvenes
israelíes bautizaron en 1996 el primer sistema de mensajería
instantánea gratuita en el mundo. Sus creadores buscaban una herramienta
de comunicación en Internet más rápida y cómoda
que el correo electrónico y más privada que los foros y
chats.
America Online (AOL) se le había adelantado con un sistema similar
a principios de los noventa, aunque de uso exclusivo para quienes contrataran
con ellos el acceso a Internet. ICQ – que más adelante fue
adquirida por AOL – permitió por primera vez mantener una
conversación escrita en tiempo real con cualquier persona que se
diera de alta en el servicio, sin coste.
Microsoft no perdió el tiempo y en 1999 lanzó su MSN Messenger
– recientemente rebautizado como Windows Live Messenger -, y que
hoy es líder mundial, con 240 millones de usuarios. La herramienta
era prácticamente idéntica a la de ICQ: una ventana de diálogo
dividida en dos, en cuya parte superior quedaba registrada la conversación
y en la inferior se iba escribiendo el mensaje al otro u otro usuarios.
Sin embargo, Messenger mejoraba la privacidad de la comunicación:
para solicitar una conversación con otro usuario era necesario
conocer su correo electrónico, agregarlo como contacto, enviar
un mensaje de invitación y que el otro finalmente la aceptara.
Desde el jueves día 13 de Julio de 2006, 350 millones de personas
conforman la mayor comunidad de usuarios de mensajería instantánea,
después del acuerdo entre Microsoft y Yahoo!(con 110 millones de
usuarios) de hacer compatibles sus herramientas de mensajería.
Algo está empezando a cambiar en los hogares del mundo occidental.
En España dan las diez de la noche y apenas hay peleas entre padres
e hijos por el mando de la tele y el mejor sitio en el sofá. La
batalla es ahora por el Messenger, el sistema de mensajería instantánea
gratuito en Internet que atrapa cada día a cuatro millones de españoles.
La mayoría de jóvenes lo adora; sus padres no lo entienden
o lo temen. Los jóvenes desaparecen a esa hora porque han encontrado
la forma de quedarse en casa y seguir hablando con los amigos con este
sistema en el que muchos adolescentes se pasan “literalmente toda
la tarde” .
A medio camino entre entre los chats y el correo electrónico, la
mensajería instantánea permite hablar en tiempo real con
cualquier persona conectada a Internet desde cualquier rincón del
globo. “Es un auténtico fenómeno social lo que está
ocurriendo aquí”,asegura Iñigo Asiaín, portavoz
de Messenger España, compañía de Microsoft que acapara
el 95 % de usuarios de mensajería instantánea en este país.
“Nosotros lo atribuimos al propio carácter de los españoles,
que siempre han hablado mucho, explica.
El uso de la mensajería instantánea ya se nota en el descenso
de llamadas telefónicas y de consumo de televisión, que
ha descendido nueve minutos de media en un año. Prueba de ello
es el silencio que reina en muchas casas cuando, al acabar de cenar, los
jóvenes se apoderan del ordenador, escriben su alias – su
nickname – en el Messenger y aprietan el Enter para ver quién
de sus amigos está en línea.
b.- Messenger,
comunicarse en la red de redes
Entre las ventajas o cualidades del Messenger que destacan los jóvenes,
encontramos en primer lugar las que tienen que ver con la comodidad y
la supresión de las distancias, pues te permite mantener conversaciones
regulares con personas muy lejanas, además con un coste económico
que, para la gran mayoría de los usuarios jóvenes, es nulo
(conexiones que pagan los padres) o, cuando menos, asumible. Frente al
coste que puede suponer hablar por teléfono, Internet propicia
mayor frecuencia de contactos y conversaciones “sin límite”
ni restricciones, por lo que el tiempo pasa a tener una medida relativa
y ampliamente flexible (en la factura del teléfono sabes exactamente
cuánto tiempo hablas, y cuánto te cuesta cada minuto, por
ejemplo). En la cultura de la tarifa plana, la asunción de que
Internet centraliza todo un mundo de posibilidades (ocio, trabajo, gestión
del hogar) deriva en la convicción de que el dinero empleado es
“rentable”; por no hablar de que, cada vez más y al
hilo de la asunción del mito de la sociedad tecnológica,
se empieza a asumir como una “necesidad” (te pierdes demasiadas
cosas si no tienes Internet), por lo que el dinero gastado será
considerado como bien empleado, como necesario .
Pero además de tener la capacidad de propiciar una relación
“cercana” con gente que físicamente está “lejana”,
el Messenger permite establecer una comunicación a la carta, en
el sentido de que la propia persona la configurará a su medida,
y en función de sus intereses y predisposiciones puntuales. Frente
a comunicaciones “físicas”, en las que las personas
no se pueden abstraer a la influencia de los sentimientos (ver, tocar,
gesticular…) que marcan de manera definitiva la comunicación
en un proceso concreto de interactividad, la comunicación a través
de los sistemas de mensajería instantánea de Internet permite
una gestión mucho más individual de los encuentros, sin
por ello impedir que estés en contacto con otras personas siempre
que quieras: “hablo con quien quiero, cuando quiero, y soy yo quien
decido en todo momento”.
Esta capacidad queda resumida o aglutinada en una de las posibilidades
que ofrece el Messenger, y que destacan sus usuarios como una de sus mayores
ventajas: la capacidad para, dentro de tu lista de contactos (nadie a
quien no hayas admitido previamente, o a quien no hayas dado tú
mismo tu contacto o nick, podrá comunicarse contigo), poder aceptar
o no la posibilidad de mantener una conversación en cada momento.
En primer lugar, sólo agregarás a quien tú quieras,
y nadie “indeseado” podrá contactar contigo. En segundo
lugar, que incluso dentro de tus agregados podrás decidir, en cada
instante, si quieres “aceptar” su invitación a conversar,
o incluso si quieres “eliminar” a un contacto por el que ya
has perdido el interés . Gráficamente, la imagen sería
la de la gente que, teniendo tu dirección (y tú sólo
das tu dirección a quien consideras que, que quizás en alguna
ocasión, te puede apetecer que te haga una visita), llama a tu
puerta; entonces tú observas por la mirilla de la puerta si le
abres o no.
A esa posibilidad de decidir con quién y cuándo quieres
mantener un contacto a través del Messenger hay que añadir
el modo en que este sistema de comunicación permite agrupar los
contactos, y jugar con esas agrupaciones para tener la capacidad de establecer
contactos entre el número de personas que se quiera. De esta manera
se establece algo así como una cartografía de contactos
a partir de las diferentes carpetas de éstos (“amigos”,
“compañeros de trabajo”, “familia”, “lejanos”,
“conocidos”, “ligues”…) que permiten una
auténtica gestión de los encuentros o gestión social,
que no es otra cosa que una manera de gestionar al propio yo: “creo
mis redes sociales en función de mis prioridades o expectativas,
y me sitúo en ellas y juego con ellas de la manera que más
se ajusta a mis intereses”.
Es en este contexto donde resituamos nuestra propuesta: en la “ventana
abierta “ de nuestro mundo , ¿qué tipo de conexión
existe y se da en nuestro entorno? Iremos viendo, aunque sea de forma
muy miope y esbozando un cuadro trazado con brocha gorda, cuáles
son las coordenadas sociales, éticas y religiosas que van configurando
la sociedad de hoy y así descubrir también qué tipo
de conexión tiene el hombre actual con Dios.
2.- CONECTADOS
A …….
Una cultura postmoderna:
• Ausencia de cosmovisiones últimas: es lo que se denomina
“desencantamiento” de lo real; ya no hay metarrelatos; vivimos
en la cultura del fragmento, del relato corto, del “cortometraje”.
Resultados:
- Relativismo: todo
vale, todo es posible, todo es cambiable, todo es relativo. No hay verdades
últimas.
- Frivolidad y vulgaridad: todo es fragmentario, inconsistente y se acepta
todo acríticamente. Nada es para siempre. Ni el matrimonio, ni
el amor, ni las costumbres son duraderas. Se vive estéticamente.
- Escepticismo: ya no se cree en nada. Se está de vuelta de todo
cuando aún no se ha ido a ninguna parte.
- Secularización: si Dios existe, no importa. El hombre vive al
margen de lo religioso .
- Heteronomía moral creyendo la persona ser autónoma: se
deja conducir o guiar en su actuación y decisiones, sin someterlas
a su propio juicio o discernimiento.
? Pero esta falta
de ideas y creencias totalizantes no supone una ausencia total de algún
tipo de creencias. Desde la increencia racional se abre paso a la credulidad
espiritualista. Surge todo un universo de ofertas pararreligiosas, creencias,
ritos y experiencias a gusto del consumidor que ni comprometen, ni liberan,
ni transforman, pero sirven para “sentirse bien con uno mismo”.
En este enorme panteón todo es subjetivo, sentimental e intercambiable.
Todos están arrodillados ante algún nuevo dios: el propio
cuerpo o el de la última modelo de turno, Ronaldinho, Etoo o Beckham,
el equipo campeón de la Champions, la propia cuenta bancaria, el
éxito profesional, el escalafón en la institución
o simplemente el gimnasio y la tabla de pilates. Entre las formas pararreligiosas
más extendidas hoy y a la que tantos están “conectados”
se encuentran las siguientes:
- Futbolatría: ¿no parecen los estadios de fútbol
grandes templos donde se reúnen los correligionarios para celebrar
sus oficios lúdicos (habitualmente sabatinos o dominicales)? ¿No
son los futbolistas idolatrados como dioses olímpicos? ¿No
existen guerras de religión contra los infieles seguidores del
equipo rival? ¿No aparecen integristas como los ultras? No supone
ganar una liga o la Champions una gran fiesta anual o incluso un auténtico
jubileo?
-Somatolatría: del mismo modo, el cuerpo, la salud, el atractivo
sexual o la belleza, son experiencias con dimensión numinosa en
la posmodernidad. Prueba de ellos es el panteón de cuerpos perfectos
que pueblan pasarelas y cintas de celuloide que se presentan como causa
final de todo deseo. El cuerpo esbelto, joven, flexible, atractivo y vigoroso,
aparece como valor supremo y como promesa salvífica. Por eso, un
cuerpo esplendoroso resulta realmente una “hierofanía”
que provoca asombro, admiración y respeto. Y a su servicio están
toda una colección de diáconos: dietistas, cirujanos plásticos,
esteticistas, monitores deportivos…..
-Consumolatría: el consumo está en la médula de nuestra
sociedad. Ante el afán consumista , hay que proclamar que nada
es nuestro ya; Aprendemos cómo ganar la vida, pero no vivimos esa
vida, antes al contrario la perdemos. Añadimos años a la
longevidad de nuestra existencia, pero no añadimos vida a la longevidad
de nuestros años. Vamos a la luna y volvemos de la luna, pero estamos
en la luna porque tenemos dificultad para atravesar la calle y encontrarnos
con nuestros vecinos. Conquistamos el espacio exterior, pero no nuestro
espacio interior. Emprendemos empresas mayores, pero no sabemos acometer
empresas cotidianas, las de nuestra propia vida diaria. Limpiamos el mar,
pero polucionamos el alma. Dividimos el átomo, pero no nuestros
prejuicios. Estudiamos más, pero aprendemos menos. Tenemos más
escuelas, pero menos maestros. Más aulas y menos escuelas. Más
conocimiento, y menos poder de juicio. Planteamos más, pero realizamos
menos. Tenemos edificios más altos y calles más largas,
pero puntos de vista más estrechos. Tenemos más, pero somos
menos. Cuanto más, menos. Cuanto menos, más. Del mismo modo,
aprendemos a correr contra el tiempo, pero no a esperar con paciencia.
Tenemos más comida, pero peor reparto. Hemos logrado grandes avances
en la cantidad, pero no en la calidad. Cuanto mejor, peor. Estos son los
tiempos de comidas rápidas y de digestiones lentas; de personajes
altos y de personalidades bajas. De ganancias bursátiles, pero
de hemorragias y pérdidas de humanidad. Son tiempos en los que
se habla de paz mundial, pero en ellos perdura la ambición y el
poder por encima de todo. Tenemos más ocio envasado, pero menos
diversión; también tenemos mayor variedad de comidas, pero
menos nutrición. Tenemos más residencias de ancianos, pero
menos familias. Cuanto más cantidad, menos calidad. Son días
de viajes rápidos y de llegadas lentas; días de operación
salida ; de usar y tirar todo, especialmente lo más descartable:
la moralidad. Moralidad para una sola noche. Cuerpos sobrecargados de
peso, y pastillas que hacen de todo: alegrar, aquietar, excitar, matar.
Son tiempos con mucho en los escaparates y nada en el interior. Todo a
cien o a un euro, porque niños esclavos fabrican esos objetos como
en los tiempos de los faraones Es un hoy duro sin un mañana claro,
de dicciones y de predicciones, pero sin expectativas ni prospectivas,
un tiempo de profecías y de horóscopos cargados de designios
banales. Es un tiempo de apología de los sentidos y de ausencia
de sentido. De autoridades, pero no de autoridad. De libertades, pero
no de libertad. Cuanto más plural, menos singular. Un tiempo de
hipotecas y endeudamiendo feroz, pero sin espíritu hipotecado para
la solidaridad y la justicia; un tiempo de espejos, maquillaje y purpurina;
un tiempo de marca registrada: “homo consumens”.
3 .- ¿CONECTADOS A DIOS?
Escribía Aristóteles,
allá por el siglo IV a.C., que todos los pueblos, tanto griegos
como bárbaros, tienen un concepto de Dios . Y así ha sido,
en efecto, prácticamente hasta nuestros días.
En cambio, desde que comenzaron los tiempos modernos estamos asistiendo
a una mutación gigantesca. Por primera en la historia de la humanidad,
parece que mucha gente es capaz de vivir sin religión. Y, lo que
es más sorprendente, han despedido a las creencias milenarias sin
derramar una sola lágrima por ellas. Comenta Fraijó: en
nuestra época, “Dios parece estar tan muerto que ni de su
muerte se habla” .
Consideramos que esta indiferencia ante las cuestiones religiosas es uno
de los fenómenos que caracterizan el mundo en el que vivimos. Como
escribió Heinz Zahrnt, “hace falta haber visto una vez, en
un viaje por el Mediterráneo, la multiplicidad de lugares de culto
–pirámides de Egipto, templos antiguos, sinagogas judías,
iglesias cristianas, mezquitas mahometanas, santuarios antiquísimos
…. Quien se aleja sin impresionarse de esta corriente, la más
intensa del pensar y el vivir humanos, el que despide a Dios sin experimentar
ni dolor ni odio para servirse en el futuro solamente de computadoras
(….) para nosotros es, simplemente, un bárbaro espiritual”
.
La increencia ambiental es, sin duda, un reto para los creyentes. Todos
hemos citado más de una vez la famosa frase de Henri de Lubac,
que Pablo VI hizo suya: ciertamente el hombre puede organizar la tierra
sin Dios, pero “lo cierto es que sin Dios no puede, en fin de cuentas,
más que organizarla contra el hombre. El humanismo exclusivo es
un humanismo inhumano” .
Hoy quizá somos más cautos antes de hacer una afirmación
tan rotunda, porque pensamos – con Juan Pablo II – que Dios
“ha asumido el camino del hombre y lo guía, incluso cuando
éste no se da cuenta” . Pero, aunque Dios pueda guiar al
hombre sin que éste se dé cuenta, no por eso dejamos de
considerar que el desinterés actual por las cuestiones religiosas
es una de las coordenadas que definen la cultura actual.
¿Qué sucedería – se preguntaba Rahner –
si un día la palabra “Dios” desapareciera sin dejar
huella? Y respondía: sólo podemos decir que el hombre “dejaría
de ser un hombre. Habría realizado una evolución regresiva
para volver a ser un animal hábil” . En términos semejantes
se expresó en un escrito posterior: si algún día
hubiera “seres humanos que, por principio y en cualquier momento
de su existencia, fueran incapaces de oír la palabra “Dios”,
significaría que los hombres, como individuos o como colectividad,
habrían retrocedido al nivel de simples animales dotados de un
cierto ingenio” .
Para los creyentes, el reto de la increencia se convierte así en
el reto de la evangelización. Lo malo es que, al haberse producido
ese abandono masivo del cristianismo en Europa en sólo unas pocas
décadas, ha cundido una sensación de desánimo y se
ha apoderado de los creyentes “una especie de afasia que casi ha
hecho desaparecer por completo el elemento religioso del vocabulario corriente”
Por eso será necesario descubrir y descifrar los diferentes códigos
y las diversas conexiones que tiene el hombre de hoy , para a continuación
proponer y presentar aquellos desafíos que como creyentes debemos
tener en cuenta a la hora de encontrar a Dios en “la gran pantalla
de la sociedad actual ”.
a.- Credulidad e indiferencia
El resultado primero
de este tipo de sociedad que estamos describiendo a grandes rasgos, es
una desecación de los acuíferos del sentido. La enfermedad
producida por esta sociedad es la pérdida de sentido, la desaparición
de los fines en el horizonte neblinoso de los medios, el cierre de la
trascendencia en un mundo reducido a objetos en un proceso sin fin .
Nuestro mundo ofrece la paradoja de que crece en la indiferencia al mismo
tiempo que nos sorprenden las búsquedas individuales y grupales
en torno a lo misterioso que habita la realidad. Vuelve el gusto por lo
milagrero y mágico en relatos como el Alquimista, Harry Potter
o El Señor de los Anillos.
b.- Dios
en Disneylandia
Disneylandia es un
símbolo social y cultural de nuestro tiempo. Es un tropo de la
democratización de la cultura; pone en evidencia las ambigüedades
y las ironías de la modernidad y la posmodernidad.
Apenas cabe dudar sobre la universalidad de la influencia del imperio
Disney. En ningún sitio donde se pueda ver una pantalla de televisión
o de cine serán extraños los personajes de Disney. Y cada
vez es mayor el número de destinos turísticos del mundo
entero con un parque temático de Disney al alcance de la mano.
Actualmente se están elaborando planes para un parque de este tipo
en Hong Kong . A finales del siglo XX, Disney se había convertido
en sinónimo de cultura comercial, símbolo de vidas en dibujos
animados, modelo de actividades turísticas y modalidad imaginativa.
Pero también era una manera de comunicarse, heraldo de tecnologías
futuras, inspiración arquitectónica y guía para la
planificación de ciudades.
Una de las características que definen la Disney Corporation está
en la interacción previamente establecida entre sus empleados;
éstos son conocidos por su sonriente amigabilidad y disposición.
Se supone que los empleados de Disney deben dar la impresión de
que no trabajan, sino que también ellos se están divirtiendo.
Este centro en el yo y la manera en que este yo se expresa es rasgo característico
de lo posmoderno.
“Jesús o Dios en Disneylandia” es una metáfora
de la vida religiosa en los tiempos posmodernos; la metáfora advierte
acerca de un mundo disneyficado en el que, como dice Baudrillard, “la
realidad misma se convierte en espectáculo, en el que lo real se
convierte en parque temático” y en el que todos nos convertimos
en extras cinematográficos en nuestro propio mundo. Y también
todo el imaginario religioso.
Para muchos la religión o, más bien, la espiritualidad,
se ha convertido en un artículo de consumo. Se buscan nuevas fuentes
de significado que incluyan de manera prominente la figura o al menos
el nombre de Jesús. En muchos países, Jesús se ha
convertido en icono preferido de camisetas y bolsos y aparece en las letras
de la música rap y en los libros de mayor venta. Pero también
se trata, sin ninguna duda, de un Jesús posmoderno. La gente desea
“un Dios fácil, más rápido, sin molestias,
que se pueda poner en el microondas”. Para muchos la cruz siguen
siendo un escollo – y siempre lo será – pero también
es verdad que para otros tantos, Jesús es popular porque “es
pluralista, acoge a los extraños, a las mujeres, está contra
la religión establecida y a favor de la justicia. Jesús
viene ataviado con la ropa de nuestra cultura.
c.- Instalación
en la intrascendencia
Constituye una característica clara de la cultura actual. Ello
implica que la mayoría de las personas desarrolla la existencia
cotidiana sin interrogarse a fondo por los motivos, el fundamento, la
orientación, la meta y el valor de la misma vida. Inmersos en el
ruido y llevados por la prisa, muchos de nuestros contemporáneos
experimentan que, como decía Mafalda, “lo urgente nunca deja
tiempo para lo importante”. Este contexto elimina la posibilidad
de que aflore la apertura religiosa, a no ser que alguna circunstancia
extraordinaria de la vida provoque un cuestionamiento de la misma .
Estando en declive las concepciones de la vida orientadas por grandes
ideales, proyectos colectivos o convicciones religiosas, se extiende poco
a poco una filosofía de la vida consistente en sacar de ella el
mayor grado de satisfacción posible. Un conocido anuncio televisivo
lo expresaba gráficamente: “la vida es una sucesión
de pequeños momentos de placer”. La misma marca completó
el eslogan pocos meses después con otro que decía: “El
placer no puede esperar”. De este modo, el consumismo aparece como
un verdadero sucedáneo de la religión, y no cabe duda de
que, en la actualidad, cuenta con un número de fieles mucho más
numeroso que las confesiones tradicionales.
Podemos apreciar en esta cultura del pensamiento débil que no existen
razones para no creer ni para creer en Dios. Por eso asistimos a un debilitamiento
intelectual de la religión y de Dios. El tema “Dios”
queda separado del pensamiento especulativo. Y se abre camino a un cristianismo
no religioso .
d.- Recetas…
¡No, gracias!
Está claro
que más allá del pesimismo o del optimismo, del providencialismo
o del voluntarismo, parece necesario que los análisis de la situación
del mundo y de la cultura actual son necesarios y sanadores para dar una
respuesta creativa a una realidad de verdadera crisis para el cristianismo
tradicional. Las Iglesias no podemos eliminar los influjos que se derivan
de un profundísimo cambio sociocultural, que, desde una perspectiva
evangélica tiene aspectos tanto positivos como negativos; pero
sí podemos e incluso por fidelidad a Jesús y su Espíritu,
debemos ofrecer una propuesta cristiana adecuada a los nuevos tiempos
.
Por eso, será necesario acudir al testimonio creyente de las primeras
comunidades cristianas y releer cómo ellas plasmaron su seguimiento
de Jesús y su lucha por el Reino; descubrir las claves de aquel
entonces nos pueden ayudar a conectar la cultura y el hombre de hoy con
Dios.
• Sal y luz:
“Vosotros sois la sal de la tierra y la luz del mundo”, leemos
en el sermón del monte (Mt 5,13-16). La sal podría simbolizar
el “diálogo”, pues expresa bien la actitud y el comportamiento
de los cristianos que para dar sabor a la sociedad no tienen miedo de
unirse a ella, vincularse, entremezclarse. El problema no es que la sal
se disuelva y, por tanto, “desaparezca”: ése es precisamente
su modo esencial de funcionar. El riesgo es que la sal se vuelva sosa.
El problema, por tanto, no es el diálogo, sino algunos modos de
“dialogar” que desvirtúan la sal. Junto a la sal, la
luz. La comunidad cristiana está llamada a ser luz para todos los
pueblos, siguiendo el modelo de Isaías 2,2-5. Mientras que la sal
da sabor “por contacto”, la luz ilumina a cierta distancia,
como la ciudad puesta en lo alto de un monte. El problema y el riesgo
está en que se intente esconder la luz debajo de la cama. Si la
comunidad cristiana se encerrase en un gueto, no estaría siendo
fiel a su misión de iluminar, mostrando a todos su estilo alternativo
de vivir.
• La locura de la cruz: En la primera carta de Pablo a los Corintios
encontramos una agua expresión de sabiduría cristiana, en
contraposición a diversos planteamientos humanos. Nosotros creemos,
vivimos y anunciamos un Salvador crucificado, que es escándalo
para los judíos y locura para los griegos (1 Cor 1,18-25). Esta
locura evangélica sigue encarnada en muchas de nuestras comunidades
cristianas. Pero todos necesitamos recordar la invitación paulina
a no con-formarnos con este mundo (Rm 12,2), sino a configurarnos permanentemente
y cada vez más radicalmente con Cristo, de manera que podamos brillar
como lumbreras de nuestra generación (Flp 2,15), mostrando que
hay un modo alternativo de vivir y de relacionarse. Otro mundo es posible…
y real.
• En el mundo, sin ser del mundo: Es necesario asumir la condición
de minoría en el seno de una sociedad más amplia y post-cristiana:
¿cómo ser minoría y no morir en el intento?. Según
el evangelio de Juan, los seguidores de Jesús somos pequeños
y minoritarios como un grano de trigo, que para dar fruto debe morir (Jn
12,25). En realidad, Jesucristo nos invita no sólo a “ser
minoría”, sino además a “morir en el intento”.
Porque, nos dice el Señor, “donde esté yo, allí
debe estar mi servidor” (Jn 12,26).
• Encarnar la minoría y morir en el intento: Somos minoría
y estamos dispuestos a morir, con Jesús, en el intento de plasmar
esta realidad evangélica. Éste es el verdadero reto y proyecto
de la Iglesia en nuestros días. Sin tener miedo a despojarnos de
tantas adherencias históricas a las que se nos invita a morir para
poder ser realmente signo del Reino. Ni estamos solos ni somos los primeros
en vivirlo. Estamos rodeados por una nube ingente de testigos de la fe
(Heb 12,1). Todo esto pasa por fomentar comunidades alternativas que den
testimonio ante el sistema que nos rodea: éste debe ser el talante
y el estilo esencial de la Iglesia Para vivirlo necesitamos coraje e imaginación.
En este sentido, Juan Pablo II nos invitaba a vivir el nuevo milenio desde
la “imaginación de la caridad” (Novo millennio ineunte,
50). Y tal como dijo contundentemente Pablo VI ya en 1964, “el diálogo
es una manera de ser Iglesia” (Ecclesiam Suam, 63). Somos diálogo;
y si el diálogo forma parte de lo que somos, de nuestra identidad,
ni podemos ni debemos renunciar a ello. Los cristianos de hoy nos encontramos
dialogando con no-creyentes a diario, de mil maneras. Ya sea con la vecina
de la escalera o con el tendero de abajo, con la compañera de trabajo
o con el padre de las niñas de catequesis, con los novios que vienen
a la parroquia a casarse para no dar disgusto a los abuelos o con la pareja
que viene a bautizar a su hijo por costumbre o rutina, con la profesora
de universidad o con el empresario que me contrata en la ETT, al escuchar
la radio o ir de vinos…. Los cristianos somos minoría y dialogamos
con ellos a diario; diálogo, aunque algunas voces insistan en la
confrontación, en los planteamientos maximalistas y, quizá,
en la añoranza de posiciones de poder o de privilegio de tiempos
pretéritos. El contraste es otra cosa. Así como Jesucristo
vivió el servicio del Reino “en pobreza y persecución,
de igual modo la Iglesia está destinada a recorrer el mismo camino”
(Lumen Gentium, 8). Pero no nos engañemos. Nos falta mucho camino
por recorrer. ¿Estamos dispuestos a vivir en minoría y morir
en el intento?
CONCLUSIÓN:
“CONECTADOS A LA ESPERANZA”
Ante este panorama
que hemos tratado de presentar y de analizar muy escuetamente podemos
experimentar un efecto paralizador.
Por eso me parece oportuno, antes de poner punto final , recordar aquella
preciosa visión de los huesos secos que tuvo el profeta Ezequiel
(Ez 37, 1-6).
En el el AT vemos a un pueblo entero ocupado con Dios. ¡Todo un
pueblo!: los reyes y los campesinos, los sabios y los ignorantes, los
sacerdotes y las doncellas.. Todos ocupados con Dios. No siempre de forma
airosa, es verdad; los fallos eran frecuentes, pero aun entonces –
y quizá más que nunca – se volvían hacia el
Señor con el corazón compungido. Pasearnos por entre ese
pueblo, escuchar sus conversaciones, asomarnos a su corazón, es
un privilegio que nunca sabremos valorar adecuadamente.
En esta ocasión encontramos a un anciano a quien el señor
lleva a una planicie que estaba llena de huesos completamente secos, y
le explica: “Hijo de Adán, estos huesos son todo el pueblo
de Israel. Andan diciendo: “Se han secado nuestros huesos, se ha
desvanecido nuestra esperanza, estamos perdidos” (v. 11). No es
necesario un gran esfuerzo para meternos en el pellejo de aquellos israelitas
que estaban cautivos en Babilonia; nosotros conocemos bien el desfallecimiento
de nuestras comunidades y comprendemos todo el alcance de la pregunta
que el Señor le dirige al anciano: “Hijo de Adán,
¿podrán revivir estos huesos?” (v. 3). Aparentemente,
la respuesta del anciano – “Señor, tú lo sabes”
(v. 3) – es un poco rara y no concuerda demasiado con lo que nosotros
habríamos esperado de un profeta. Y sin embargo, es una respuesta
de fe profunda: “Señor, tú lo sabes”; nuestros
huesos están tan resecos que razonablemente nada podemos esperar,
pero tú puedes hacer que revivamos.
Entonces ocurrió algo extraordinario:
“Se oyó un estruendo; la tierra se estremeció, y los
huesos se ensamblaron, hueso con hueso. Miré y vi cómo sobre
ellos aparecían los tendones, crecía la carne y se cubrían
de piel” (vv. 7-8).
Abramos bien los ojos. ¿Acaso no percibimos en cantidad de actuaciones
personales y comunitarias cómo nuestros huesos secos empiezan a
retoñar y se cubren de múltiples signos esperanzadores?.
Sin duda, el futuro se llama esperanza.
Alguien dijo que la esperanza es el sueño de un hombre despierto.
Estobeo se lo atribuyó a Píndaro; Eliano a Platón;
y Diógenes Laercio a Aristóteles. Ninguna de esas atribuciones
merece demasiado crédito, pero nos da igual quien lo dijera por
primera vez. El hecho es que la frase resulta muy sugerente. Un ejemplo
de sueño con los ojos abiertos para este tercer milenio que hemos
inaugurado hace pocos años sería “El nuevo génesis”
que escribió el que fuera asistente del Secretario General de las
Naciones Unidas, Robert Muller . Dice así:
“Y Dios vio que todas las naciones de la Tierra, negras y blancas,
pobres y ricas, del Norte y del Sur, del Oriente y del Occidente, de todos
los credos, enviaban sus emisarios a un gran edificio de cristal a orillas
del Sol Naciente, en la isla de Maniatan, para estudiar juntos, pensar
juntos y juntos cuidar del mundo y de todos los pueblos. Y Dios dijo:
“Eso es bueno”. Y ése fue el primer día de la
Nueva Era de la Tierra.
Y Dios vio que los soldados de la paz separaban combatientes de las naciones
en guerra, que las diferencias se resolvían mediante la negociación
y el raciocinio y no con las armas, y que los líderes de las naciones
se encontraban, intercambiaban ideas y unían sus corazones, sus
mentes, sus almas y sus fuerzas para el beneficio de toda la humanidad.
Y Dios dijo: “Eso es bueno”. Y ése fue el segundo día
del Planeta de la Paz.
Y Dios vio que los seres humanos amaban a la totalidad de la Creación,
las estrellas y el sol, el día y la noche, el aire y los océanos,
la tierra y las aguas, los peces y las aves, las flores y las plantas
y a todos sus hermanos y hermanas humanos. Y Dios dijo: “Eso es
bueno”. Y ése fue el tercer día del Planeta de la
Felicidad.
Y Dios vio que los
seres humanos eliminaban el hambre, la enfermedad, la ignorancia y el
sufrimiento en toda la Tierra, proporcionando a cada persona humana una
vida decente consciente y feliz, controlando la avidez, la fuerza y la
riqueza de unos pocos. Y Dios dijo:” Eso es bueno”. Y ése
fue el cuarto día del Planeta de la Justicia.
Y Dios vio que los
seres humanos vivían en armonía con su planeta y en paz
con los demás, gestionando sus recursos con sabiduría, evitando
el despilfarro, frenando los excesos, sustituyendo el odio por el amor,
la avaricia por el darse por satisfecho, la arrogancia por la humildad,
la división por la cooperación, la suspicacia por la comprensión.
Y Dios dijo: “Eso es bueno”. Y ése fue el quinto día
del Planeta de Oro.
Y Dios vio que las
naciones destruían sus armas, sus bombas, sus misiles, sus barcos
y aviones de guerra, desactivando sus bases y desmovilizando sus ejércitos,
manteniendo sólo una policía de la paz para proteger a los
buenos de los malos. Y dijo Dios :”Eso es bueno”. Y ése
fue el sexto día del Planeta de la Razón.
Y Dios vio que los seres humanos recuperaban a Dios y a la persona humana
como su Alfa y Omega, reduciendo a las instituciones, creencias, políticas,
gobiernos y demás entidades humanas a su papel de simples servidores
de Dios y de los pueblos. Y Dios los vio adoptar la ley suprema aquella
que dice: “Amarás al Dios del Universo con todo tu corazón,
con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Amarás
a tu bello y maravilloso planeta y lo tratarás con infinito cuidado.
Amarás a tus hermanos y hermanas humanos como te amas a ti mismo.
No hay mandamiento mayores que estos”
Y Dios dijo: “Eso es bueno”. Y ése fue el séptimo
día del Planeta de Dios”.
¿Por qué no hacer nuestro un sueño semejante? ¿Por
qué no hacer posible en este vasto territorio “Messenger”
de nuestra sociedad el sueño de Dios para todos? ¿Por qué
no seguir abriendo “contactos” entre los heraldos del Reino
y los navegantes en la red de nuestro mundo? ¿ Por qué no
abrir un gran “blog” para nuestra humanidad donde la gran
noticia sea las noticias de Dios?
Pues a seguir “navegando”
como aquel Pescador de hombres conect@dos y en conexión con Él
y con ellos.
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